El perfil del jefe perfecto

Aunque muchos suspiran por conseguir un puesto de responsabilidad, lo cierto es que ser directivo no es fácil. Además de formación y experiencia, también se requiere una serie de habilidades y competencias que ayuden a conciliar los intereses de la empresa y de los trabajadores.
Un primer retrato robot del jefe perfecto la hace Geoffrey James, autor del libro Business to Business Selling. Después de entrevistar a algunos de los mejores directores ejecutivos del mundo, James recoge algunas de las características que ha de reunir un buen jefe.

  1. No ver la empresa como un foco de tensión permanente. Una oficina no es un campo de batalla, sino una organización humana. Del mismo modo, el resto de empresas del sector —esto es, la competencia— no son un enemigo al que haya que aniquilar, ni el cliente un territorio que se deba conquistar. El líder ideal, en lugar de defender estas teorías, trata de adaptarse en tiempo real a la realidad cambiante de los mercados. E incluso, no descarta crear alianzas con los competidores de la compañía.
  2. Ver a los empleados como personas, no como máquinas. Los profesionales de una empresa no son partes del engranaje de una máquina, sino una serie de proyectos individuales que se unen para alcanzar una meta común. Preocuparse por sus aspiraciones personales y profesionales puede contribuir a motivarlos.
  3. Organizar en vez de controlar. Planificar al detalle los flujos de trabajo no es sinónimo de ponerse en la piel de un dictador. Aunque conviene llevar la batuta, se debe fomentar la participación de todo el equipo de trabajo en la toma de decisiones y dotarlos de autonomía. El buen líder sólo interviene en caso de conflicto.
  4. Tratar a los trabajadores como compañeros (y no como hijos). Los profesionales no son personas sin cualificación o experiencia, que necesiten que alguien les diga en todo momento qué es lo que hay que hacer. Fomentar la responsabilidad de cada uno puede ser la mejor manera de aumentar su compromiso e implicación.
  5. Ser positivo. Sin duda, es más fácil motivar con retos que con miedos o amenazas (p.e., “Si no trabajáis bien, tendremos pérdidas”). En lugar de ridiculizar o hacer sentir débiles a los trabajadores, vale la pena destacar sus méritos y capacidades. Aquí también, el lema electoral Yes, we can puede ser la fórmula más efectiva.
  6. Flexibilidad ante el cambio. Muchos empleados ven cualquier transformación como un engorro, o incluso, como un peligro. El papel del jefe debe ser demostrar a los trabajadores que el cambio en cuestión persigue un avance, no un retroceso, y que es necesario para seguir creciendo.
  7. La tecnología, en su justa medida. Los avances deben facilitar la tarea diaria, pero no sustituir el talento y la creatividad de los empleados.
  8. Motivar a los empleados. Conviene sacar siempre el lado positivo de las responsabilidades de cada uno. Animarlos a seguir creciendo y a ampliar su formación (tanto dentro como fuera de la empresa) puede ser sinónimo de un trabajo en equipo mucho más productivo.

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